Ayer, millones de portugueses hicieron algo extraordinario: eligieron.
Cada voto depositado en la urna fue más que una simple cruz en una papeleta: fue una afirmación de libertad, una expresión de voluntad, un gesto que, por pequeño que parezca, es gigantesco en su significado.
En un momento en que el mundo vive tensiones, polarización e incertidumbre, el simple acto de votar sigue siendo uno de los mayores privilegios de nuestra democracia. Es el momento en que cada voz cuenta y donde la igualdad es absoluta.
Cuando todavía hay tanta gente silenciada, el simple acto de votar es un privilegio — y también una responsabilidad. La democracia no es perfecta, pero es nuestra. Y depende de nosotros mantenerla viva.
No importa a quién se vote. Importa hacerlo con conciencia, con esperanza, con voluntad de contribuir. Importa seguir escuchando a quien piensa diferente, no como una amenaza, sino como parte esencial del mismo país.
Independientemente de los resultados, la democracia gana cuando hay participación, cuando hay respeto, cuando hay diálogo.
Siempre vamos a discrepar. Somos diferentes, vemos el mundo de maneras distintas. Pero discrepar no tiene por qué ser sinónimo de atacar.
Cuando alguien piensa de otro modo, el impulso fácil es perder la paciencia. Cancelar. Gritar.
Pero ¿y si, en lugar de eso, eligiéramos explicar? ¿Mostrar nuestro punto de vista? ¿Ayudar a esclarecer? ¿Traer a la conversación, no alejar de ella?
Así se construye una sociedad adulta, consciente y justa.
No con la fuerza del grito, sino con el valor de escuchar y la generosidad de intentar comprender al otro.
Portugal no son los partidos. Somos todos.
Los que ganaron y los que perdieron. Los que votaron con convicción y los que votaron con dudas.
Los que celebran y los que se preocupan.
Todos cuentan. Todos son necesarios.
Hoy, el desafío continúa: construir, colaborar, discrepar sin dividir.
Porque el voto es solo el comienzo.
Lo demás —lo más difícil, lo más importante— ocurre cada día.
Y depende de cada uno de nosotros.
Al fin y al cabo, estamos todos en el mismo barco.
Y nadie llega lejos si los demás se quedan atrás.
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Foi uma escolha
Não uma solução