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O Papa Francisco

El Papa Francisco

No hace falta fe para reconocer un gesto de valentía.
Ni sotana, ni rosario, ni misa dominical para sentir cuando alguien elige el bien, aunque le cueste.

El Papa Francisco se ha ido.
Y, creyentes o no, lo sentimos.

Fue un hombre que incomodó a los conformistas y acogió a los olvidados. Que hablaba bajo, pero se hacía oír alto. Que cambió tronos por sillas sencillas, y privilegios por presencia.
Nunca necesitó señalar con el dedo, le bastaba con extender la mano.

Hizo de la humildad su púlpito, del amor al prójimo su evangelio, y de la justicia social su oración diaria.
Enfrentó escándalos, abrió puertas, se puso al lado de los pobres, los migrantes, los desilusionados, de aquellos que hacía mucho habían dejado de creer en la Iglesia, en el mundo, en Dios.

No cambió el dogma, pero agitó el espíritu.
Y eso, en un lugar tan atado al pasado, ya es un milagro suficiente.

Francisco nos mostró que liderar también puede ser servir.
Que no hace falta gritar para ser firme.
Que la compasión no es debilidad, y que la fe, incluso en sus gestos más pequeños, puede ser revolución.

Hoy no se despide solo a un Papa. Se despide a un hombre raro, de esos que, en vida, ya son leyenda.

Y aunque esta vez el humo blanco no suba al cielo, lo que él nos dejó, eso sí, permanecerá.

2 comentarios
- Elisabete Justino

O que vemos nos outros é um espelho de nós.
E é preciso estar desperto para escrever assim.
Estas palavras tocam-nos.
Obrigada pela partilha.

- CRISTINA RIVOTTI

Que bonito e justo texto. Obrigada

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