El pasado miércoles celebramos otro magosto en equipo, de esos que ya forman parte de nuestra cultura y que, año tras año, nos recuerdan por qué trabajar juntos es tan especial.
Hubo la feijoada de Tomás (quien sabe, sabe), reconfortante, deliciosa y de esas que piden pausa, conversación y repetición. También tuvimos castañas, vino y jeropiga, que ayudaron a completar el espíritu de esta tradición tan portuguesa.
Más que comida y copas, estos momentos tienen algo que no se explica del todo. Crean vínculos verdaderos, refuerzan los que ya existen y dan espacio para que cada uno aparezca tal como es. Son pausas que nos recuerdan que un equipo no se construye solo con trabajo, sino con compartir, con risas y con tiempo de calidad juntos.
¡Fue genial, como siempre!
¡Que venga la cena de Navidad! :-)