Este mes ha sido uno de esos en los que miramos al cielo y preguntamos: “¿En serio?”
Desde que empezó el mes ya han caído 338 mm de lluvia aquí, la mitad, repito, ¡LA MITAD! de lo que suele ser la precipitación ANUAL… ¡y estamos solo a medio camino! Es demasiada agua en poco tiempo, y el impacto empieza a notarse en todo lo que hacemos.

Y esta es la verdad: por más que nos preparemos, por más que aprendamos con los años, la naturaleza sigue teniendo esa mano invisible que lo cambia todo en un segundo. Trabajamos siempre para garantizar que la floración ocurra en las mejores condiciones posibles: instalamos luces LED, afinamos cada detalle, completamos lo que la naturaleza no da… pero hay límites. Hay días (¡o meses!) en los que simplemente no podemos competir con el cielo.

Y es frustrante.
Es frustrante ver que, incluso después de ajustar procesos, corregir errores, invertir en tecnología y hacer todo “como debe ser”, basta con un exceso de lluvia para desbaratar nuestro calendario natural. Las plantas lo sienten: la floración se ralentiza, cambia, se retrasa. Es como si todo nuestro plan dependiera de un hilo.

Pero también esto forma parte de la agricultura y de la vida: esa lucha diaria entre lo que controlamos y lo que nos supera.
Y seguimos aquí, observando, cuidando, ajustando, aprendiendo. Siempre.

A pesar de toda esta lluvia, todavía creemos que el invierno será bueno.
Y el sol, cuando llegue —porque llegará— estaremos listos para aprovechar cada rayo, cada resplandor, cada buen día.
Días mejores vendrán. Siempre vienen ✨